miércoles, 5 de marzo de 2014

Una muchacha se encuentra encima de un árbol talado, intentando comprender el porqué de esa situación.
Y es que el porqué es el inicio, es el esbozo de un sabio. El porqué nos enseña desde nuestra alma, y la curiosidad es la madre de todos los conocimientos. Pero ahora mismo hay que preguntarse: ¿qué porqué se pregunta?
Ahora mismo el porqué está ahí sentada. Está ahí sentada porque han talado un árbol. ¿Qué es realmente talar un árbol?
Si partimos de la base de que es un vegetal, que bebe por las raíces y  mediante la fotosíntesis transforma el dióxido de carbono en oxígeno o viceversa llegamos a la conclusión de que es un ser vivo. Entonces, si se tala un árbol, se le separa de las raíces que le dan la vida, y si eso es así, realmente se está matando al árbol, pues cuando a un ser vivo se le quita la vida no es otra cosa que matar.
¿Cómo se permite matar a un árbol pero no a una persona, o a caso no es lo mismo? Él está vivo, como nosotros, fluye vida en él, y él fluye en nosotros, porque lo respiramos, o cuando comemos de su fruto, o simplemente cuando otro animal come de él y nosotros nos lo comemos. Somos el árbol, el árbol es nosotros.
La joven empieza a tocar la rugosidad de la corteza del árbol muerto e imagina su majestuosidad en vida, tocando el cielo con el verde de sus hojas. Una lágrima desciende de sus verdes ojos, cual hierva en plena primavera, pues no hay mejor comienzo que una bella primavera soleada y llena de color.
Tampoco sabemos con certeza qué siente el árbol. Tal vez la sola rozadura de nuestros dedos sobre sus delicadas hojas lo mata de dolor, o le enternece el espíritu, o simplemente no siente tacto alguno. ¿Nos oyen? Tal vez escuchen más que otros tantos, tal vez nos intentan hablar con sus va y ven y esa danza extraña con el viento. Tal vez nos ven, ven nuestra belleza al tocarlos o nuestra fealdad al cortarles la vida. ¿Saben a qué sabe el agua de la lluvia?
Entonces, en este ciclo se demuestra que nosotros formamos parte de ese árbol y él de nosotros, pues lo llevamos dentro de nosotros cuando respiramos. ¿Y a caso no retornamos a él cuando morimos? Así es como pertenecemos a la tierra y a los árboles a su vez.
Después de este duro pensamiento, la inocente se vuelve hacia el bosque, y observa cuán ciega ha estado hasta entonces, mirando hacia la salvaje naturaleza y disfrutando del despertar de su mente, ahora ya disfrutando de cada instante que pasa en esa maravilla de la madre naturaleza, que ha dado luz a la tierra donde ella se siente segura, donde se siente ella misma. Donde ha comprendido que sus hermanos no tienen que ser de su semejanza.

Y la pobre muchacha se sigue peguntando el porqué no es delito talar un árbol, pues él tanto nos da como nos quita la vida.