Una muchacha se
encuentra encima de un árbol talado, intentando comprender el porqué de esa
situación.
Y es que el
porqué es el inicio, es el esbozo de un sabio. El porqué nos enseña desde
nuestra alma, y la curiosidad es la madre de todos los conocimientos. Pero
ahora mismo hay que preguntarse: ¿qué porqué se pregunta?
Ahora mismo el
porqué está ahí sentada. Está ahí sentada porque han talado un árbol. ¿Qué es
realmente talar un árbol?
Si partimos de la
base de que es un vegetal, que bebe por las raíces y mediante la fotosíntesis transforma el
dióxido de carbono en oxígeno o viceversa llegamos a la conclusión de que es un
ser vivo. Entonces, si se tala un árbol, se le separa de las raíces que le dan
la vida, y si eso es así, realmente se está matando al árbol, pues cuando a un
ser vivo se le quita la vida no es otra cosa que matar.
¿Cómo se permite
matar a un árbol pero no a una persona, o a caso no es lo mismo? Él está vivo,
como nosotros, fluye vida en él, y él fluye en nosotros, porque lo respiramos,
o cuando comemos de su fruto, o simplemente cuando otro animal come de él y
nosotros nos lo comemos. Somos el árbol, el árbol es nosotros.
La joven empieza
a tocar la rugosidad de la corteza del árbol muerto e imagina su majestuosidad en
vida, tocando el cielo con el verde de sus hojas. Una lágrima desciende de sus
verdes ojos, cual hierva en plena primavera, pues no hay mejor comienzo que una
bella primavera soleada y llena de color.
Tampoco sabemos
con certeza qué siente el árbol. Tal vez la sola rozadura de nuestros dedos
sobre sus delicadas hojas lo mata de dolor, o le enternece el espíritu, o
simplemente no siente tacto alguno. ¿Nos oyen? Tal vez escuchen más que otros
tantos, tal vez nos intentan hablar con sus va y ven y esa danza extraña con el
viento. Tal vez nos ven, ven nuestra belleza al tocarlos o nuestra fealdad al
cortarles la vida. ¿Saben a qué sabe el agua de la lluvia?
Entonces, en este
ciclo se demuestra que nosotros formamos parte de ese árbol y él de nosotros,
pues lo llevamos dentro de nosotros cuando respiramos. ¿Y a caso no retornamos
a él cuando morimos? Así es como pertenecemos a la tierra y a los árboles a su
vez.
Después de este
duro pensamiento, la inocente se vuelve hacia el bosque, y observa cuán ciega
ha estado hasta entonces, mirando hacia la salvaje naturaleza y disfrutando del
despertar de su mente, ahora ya disfrutando de cada instante que pasa en esa
maravilla de la madre naturaleza, que ha dado luz a la tierra donde ella se
siente segura, donde se siente ella misma. Donde ha comprendido que sus
hermanos no tienen que ser de su semejanza.
Y la pobre muchacha
se sigue peguntando el porqué no es delito talar un árbol, pues él tanto nos da
como nos quita la vida.