viernes, 21 de diciembre de 2012

¡Y llegó!

El cielo se convirtió en un verde bosque lleno de nubes negras, por el que surcaban pájaros legendarios extinguidos, de colores imposibles y tamaños inexplicables.
Del  mar empezaron a salir extrañas criaturas, turquesas y violetas, escamas brillantes, ojos encendidos de terror, parecían fuego entre agua, teñida de negro y oscuridad.
De los bosques aparecieron unicornios azules, mamutes terroríficos, y árboles que hablaban con sus criaturas sobre como salvarse de tal barbaridad.
Y de esas montañas inexplorables surgieron insólitos seres blancos, gigantes, monstruos les llamarían algunos.
¿De qué huían? ¿Hacía dónde iban? Mejor dicho, ¿qué intuían?
El cielo se abrió de repente, apareció un infinito cielo estrellado color azufre, grandes llamas salían por esa enorme puerta que se acababa de abrir, dejando salir un viento que apagaría mil velas si se lo propusiese. Pero eso no era lo peor que podía salir de esa majestuosa puerta grabada con extrañas escenas sensuales y sugerentes. Asomaron de ella ángeles, enormes ángeles sin rostro, con gigantescas alas púrpura que no dejaban de moverse de arriba a abajo, buscando alguna víctima de entre la multitud que se hallaba en tierra, en espera de ese final tan trágico que ya imaginaban.
Las criaturas, desnudas y sin sexo, elegantes y mortíferas, aterrizaron en la tierra, sin decir nada. ¿Era el final? ¿Esto era todo, sin más se iban a rendir, sin luchar?
Exacto.
Los ángeles, sin vacilación, empezaron a seducir a la gente, agarrándolos por la cintura con una mano, y la otra en la mejilla, dándoles el beso que callaría sus vidas para siempre.
Pero de repente, un anciano que se encontraba solo entre la multitud, sin nadie a quien perder salvo un pequeño chiquillo de nos tres años, de ojos grandes y grises y de cabellera castaña, con una tez tan morena como la arena en la que se encontraban. Cuando al viejo se le acercó un enviado de la muerte, este no dijo más que:

- No es mi hora, déjame en paz y sigue con tu juego, que yo me voy para casa.

Y sin más, se fue cogido de la mano del niño, dirección al bosque que rodeaba la playa, sin girar la cara hacia atrás, y el niño le imitó, aunque finalmente se volvió para observar al ángel y sonreírle, enseñando sus perfectos dientes blancos tan inocentes que jamás volvieron a verle.
Lo que no supieron nunca el anciano y el niño era que los ángeles no buscaban el fin de la humanidad, si no esas mitades suyas que un día cayeron a la Tierra y que buscaban sin cesar, esperando con ansia volverlas a besar.



FELIZ FIN DEL MUNDO :)

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