lunes, 10 de diciembre de 2012

Los dos sentados frente el mar, tocando con las manos nerviosas la arena, sin saber muy bien que podríamos hacer: huir o quedarnos. Estar aquí sentados ayuda bastante a relajar la situación. El mar, las estrellas y la luna reflejada en ese mar de tinta negra, en la que poder sumergirse para crear una nueva historia, un nuevo comienzo. Las palabras no salen de nuestras bocas, estamos débiles de no comer  durante el día, y no queremos dormirnos por miedo a que nos roben, aunque no sé muy bien el que.
Entonces escucho un grito ahogado en su garganta, y me doy cuenta de que quiere llorar, pero no delante de mí porque él tiene que ser el fuerte, aunque a veces llorar delante de alguien a quien amas muestra más valentía que luchar contra un ejército entero.
- ¿Quieres hablar del tema?- le pregunto, ya que si no los nervios podrían acabar con mi cabeza, que parece que esté a punto de estallar.
- ¿Qué quieres que te diga?
- No sé, cualquier cosa me basta, aunque sea gritame, ¡di algo!- si, he sonado demasiado desesperada.
- ¿Quieres que grite? ¡Pues grito! ¡Ahhhhhhhh!- y lo hizo, y nos reímos. Nos reímos porque él sabe como hacer de estas situaciones algo gracioso.
- Entonces, no hay más, ¿nos quedamos en la calle sin más? ¿No se puede hacer nada?¿Nos quedamos así para siempre?
- No exageres, siempre nos quedará la calle.- Y sonríe con esa sonrisa que solo sabe poner mi hermano, él.- No nos podemos quejar, nos tenemos el uno al otro, estamos unidos, nos queremos y encontraremos la solución.
- Pero es que ya no hay solución, no nos queda nada...- ¿qué se creerá este que podemos encontrar una solución al no tener nada? Ha perdido el juicio...
- Tamar, como tu hermano mayor de un minuto,-y se ríe- te voy a decir que sé que no es justo, y me duele tanto como a ti lo que nos está pasando. Sé que nos han quitado el futuro, que ya no nos queda por lo que luchar para continuar. Pero te diré princesita que no dejaremos que nos quiten el presente, lo viviremos tan bien como podamos, y el pasado nos lo guardaremos para nosotros, así tampoco nos lo podrán arrebatar. Anda, vayámonos de aquí  vayamos a buscar algo para comer.


Enciende el cigarro que sostenía detrás de su oreja, o mejor dicho medio cigarro que se había encontrado por el suelo. Se levanta, me ayuda a levantarme, y nos vamos cogidos de la mano, y tal vez alguna mujer soñadora crea que somos una pareja adorable, sin saber la que nos espera...

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