miércoles, 28 de noviembre de 2012



Es muy gracioso hablar con los típicos niños buenos que se creen hippies, solidarios y, por qué no decirlo, tolerantes.
Hacemos muy mal uso de esa palabra. ¿Qué es ser tolerante? Bueno, podemos empezar por decir lo que no es tolerante.
No es tolerante el ir regalando juguetes a niños que se están muriendo de hambre y que gracias a ello tendrán una sonrisa en sus inocentes caritas. Eso no es ser tolerante, ¿alguna vez, señora persona buena, se ha molestado en pasar un día escuchando la historia de ese niño, de darle un abrazo o un simple beso, o de jugar con él con ese espectacular juguete de última generación que le has regalado? No. Pues bien, ya te digo yo que le estás alegrando la Navidad, pero los pequeños gestos del día a día tienen más poder que un simple trasto que olvidará algún día en el fondo de su cajón, cuando esté preocupado por meterse mierda en el cuerpo porque solo se preocuparon por darle un juguete en Navidad, que siempre agradeció con una dulce sonrisa.
Y sabe usted que no le hace ningún favor a esa anciana que está siempre sentada en un banco sola, debajo de ese enorme árbol de la plaza. Esa señora que tantas charlas te ha dado, tanto ha luchado para que personas como tú y como tengamos lo que nos están arrebatando de las manos. Pues si en vez de dar dinero o ropa a las residencias de personas mayores, que por supuesto creo que está muy bien, le dedicases una hora de tu día para tener una charla de los viejos tiempos, de cómo ha cambiado el mundo y de lo mala que está la fruta de hoy en día. Dedíquele una sonrisa, unas palabras.
Y por no hablar de esas pobres personas que viven en la calle, ya sean borrachos o desahuciados, que no tienen ni dónde comer ni donde dormir. Va usted, buena persona, y le das dos euros, sin saber si se lo gastará en comida, alcohol o drogas. Tal vez si le ayudásemos y le guiásemos en esta vida, tal vez si le dedicásemos tiempo a esa persona, nos lo agradecería. Claro que hay que hacer lo posible para alimentarlo, pero no está solo machacada en cuerpo, sino también en alma.
Podría poner mil casos, ya que cada cual somos diferentes. Muy diferentes. El mundo sería muy monótono y aburrido si no fuera porque somos diferentes. Somos extraños, raros, extravagantes. ¿Y qué? No es malo, hay que aceptarlo en vez de luchar por ser iguales.
No cambiemos el ritmo de las cosas. Somos muy diferentes, pero a caso no hay belleza en las diferencias, no hay cultura ni conocimientos. En eso consiste la tolerancia, en aceptarnos siendo diferentes, en gritarlo fuerte, en sentarnos al lado de ese alguien tan extraño para nosotros y decirle que nos gusta o que le respetamos. La tolerancia reside en creer en que lo homogéneo no es algo de lo que se tenga que estar orgulloso.
La tolerancia no es creer que todos somos iguales, sino aceptar que cada persona es diferente.






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