lunes, 19 de noviembre de 2012

Ella, una princesa, ni bella ni perfecta, simplemente una dulce chica. El mundo quiso acabar con ella, pero su genio se convertía en  magia: así fue cuando ella supo de su poder.
Por culpa de la vida dejó de ser esa bonita princesa, se convirtió en un simple títere, le arrebataron los pájaros que un cabeza habitaban, dejándola triste y sola, vacía. Ni príncipes ni reyes lograron una sola sonrisa suya, que a tantas caras había contagiado. Su risa, graciosa y fresca ya no sonaba, esa deliciosa melodía que tanto hizo bailar a los suyos.
La vida la había contaminado, pudriendo su interior hasta llegar al alma.
Pero no hay que olvidar su genio, a la vez magia. Esa magia dentro de ella, no quería deshacerse, no quería desaparecer sin más. Quería seguir con su amada princesa, la bonita que tanto había ayudado al mundo.
La magia siguió luchando, ya casi sin esperanzas, pero halló una luz. Una luz que jamás se podría apagar dentro de su princesita. Una fuerza sobrenatural, mayor que el odio y mayor que la sin esperanza. Era el amor a la vida, que se había escondido por miedo. Era la ilusión y las ganas de vivir.
La magia se unió a ellos, y juntos siguen ayudando a la princesa a pelear contra la vida, que tan dura es con ella. Ya no era la misma, pero consiguieron que no se consumiera esa sonrisa capaz de salvar el mundo, tan podrido como una manzana en las manos del olvido.

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