domingo, 7 de octubre de 2012


Una vez recuerdo que mi padre me dijo algo que entonces no le encontré sentido y que ahora, con diecinueve años, entiendo a la perfección: ‘El ignorante vive feliz porque no ve más allá de lo que tiene, el que entiende vive preocupándose de lo que sucede en el mundo y deja de vivir felizmente para ocuparse de esos asuntos que no puede cambiar y que le martirizan. Pero el que realmente vive una vida intensa es aquel que, aun sabiendo lo que sucede en el mundo y lo que podía llegar a tener sigue adelante creyéndose afortunado por lo que tiene.’ Yo me considero de éstos últimos, ya que después de saber todo lo que he aprendido en un largo y duro camino, no creo, sé que soy afortunada de tener todo lo que tengo, a pesar de que los demás crean que no es suficiente.
Pues bien, después de llegar a la conclusión de que soy feliz, y no, no miento cuando digo que sé que soy feliz, he de hacer saber como he llegado a este punto, al punto de saber que lo soy. Nunca mi vida fue fácil, tampoco me importó y nunca me quejé, pero no está de más el saber que cuando una no sigue la corriente del mundo, cuando no fluye como la sociedad quiere, no acaban las cosas como una quiere que acaben. Y fue este último verano, fue ayer, cuando me di cuenta de ello, y a pesar de eso sigo siendo feliz, porque si algo sé, además de que soy feliz, es que nunca hay que tener expectativas de lo que puede suceder, si no que hay que esperar a que pase para saber realmente que sucederá. Porque a veces por mucho que lo intentes las cosas van a su ritmo, y tu tienes que bailar sin marcar tu tiempo, si no que hay que hacerlo al tiempo de la música.


Pero no siempre fui así, es decir, no siempre tuve clara mi filosofía de vida. Siempre he sabido quien soy y adonde quería llegar, simplemente me faltaba saber cual era la manera de llegar a ese punto. Siempre pensé que el camino es algo que hay que disfrutar, pero cuando te empieza a fallar las piernas, no lo notas hasta que te paras en un punto. No notas ese dolor hasta que te sientas y miras el camino recorrido. Es entonces cuando te das cuenta de la de mierdas que has pisado, pero aun así has seguido para adelante, aunque de mierda hasta arriba. Pero al pararte, el dolor aparece, pero tienes fuerzas suficientes para limpiarte la porquería. Podrás seguir hacia adelante limpia, aunque siempre queda el recuerdo, pero solo es eso, recuerdos. Y finalmente el dolor desaparece y vuelves a empezar, sabiendo que seguirás pisando mierdas y seguirás sintiendo ese dolor hasta el final, aunque te puedes sentir feliz porque a pesar de ello, en ese camino estás rodeada de flores, flores hermosas que te hacen olvidar la suciedad que llevas encima.



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