lunes, 23 de diciembre de 2013

Hasta que la locura me invada,
seguiré dejándome llevar por el viento,
y solo entonces me dejaré tragar por las dunas.
Amaré a la luna.
Noches en vela cantaré a ella, madre selva
el aroma del calor quemará mi alma
y solo entonces me dejaré llevar por el viento,

cuando la luna calle el tiempo.


domingo, 15 de diciembre de 2013

Una pequeña historia para Adrián (parte 4)

Ella tiene algo sobrenatural, algo que se me escapa de entre las manos por mi imperfecta mente humana. Al cabo de unos minutos de silencio, se relaja y me mira penetrante, con esa mirada que solo tiene alguien que lo sabe todo, no la mirada de una inocente niña como parece.
      -          ¿Cómo sabes que el mundo se acaba?- le pregunto.
-          Porque yo soy el mundo, cariño.
-          Entonces tu…
-        No soy humana, aunque mi apariencia sea la misma. Más bien, podría decirte que tú eres parte de mí. Yo soy algo que cada ser en este planeta, se mueva o no, pero que fluye, que no es eterno, tiene dentro de sí.
-          ¿Qué quieres decir con eso?
-       Quiero decir que todos somos parte de algo, o mejor dicho, nos fusionamos en materia y vida, lo que fluye, tú y yo somos uno, este mundo es yo, y yo soy este mundo. Cuando mueres vuelves a formar parte de mí, y cuando vives, yo te doy esa parte que necesitas de mí para volver a fluir.
-          ¿Eres Dios?
-          ¡Jajajajaja! – y ríe de manera tierna, maternal en cierto modo. – No cariño. Siento decepcionarte, pero no tengo respuesta a eso que piensas, si hay un Dios en este universo que nos controla, va más allá de mi. Yo soy eso a lo que llamáis eterno, soy ese ciclo de la vida que lo da todo y lo quita, la que mata y la que crea vida.
-          No lo entiendo…
-         Es normal. Tu mente es humana, y solo puede entender lo que está en su mundo, lo que puede sentir y tocar, y muy pocos privilegiados llegan a comprender su hogar, y más allá de él. Es difícil pensar más allá de lo que tienes, por ello me muero… - y suelta un gritito desde su garganta.- Hay algo extraordinario en el ser humano, y es eso mismo que intentas hacer, intentas entenderlo e ir más allá de los que crees que es lo único que hay. Su capacidad de razonar, el que todo sea relativo y haya diferentes opiniones, tantas como cabezas pensantes, es vuestra mayor riqueza, pero no sabéis dar valor a lo que realmente lo tiene.
-        ¿Quieres decir que nuestra mayor fortuna no es más que nuestra mente, eso lo que intentas decir? – la verdad es que en filosofía siempre nos han dicho que es lo que nos caracteriza al ser humano, que tenemos algo llamado razón, pero jamás pensé que oiría que es nuestra mayor virtud. ¿Cómo puede ser que eso lo diga algo que no sabe lo que es tener algo, que no tiene sentido de la propiedad? – ¿Y qué es, según tu, lo que peor se nos da?
-          Vuestro mayor defecto es que no toleráis que existan personas que piensen esto.  - no para de agonizar, oscuridad en su brillante faz… - Es terrible ver como no se tolera nada, ¡ni a mí! Que soy la que os da la vida. Pero ahí está la consecuencia de vuestros actos. Habéis matado aquello que algunos supieron valorar, la vida.
-          Pero no todos somos iguales…
-       Lo sé, pero la mayoría de vosotros estáis matándome, mientras os creéis más importantes que todo lo que destruis.  No toleráis la variedad de culturas que habéis creado vosotros mismos, tampoco amáis lo maravilloso de esta tierra, ni valoráis un atardecer ni os paráis a mirar el comienzo del día en un bonito y claro día de verano. ¿A caso sabéis lo que es caminar por en medio de un inmenso bosque y mientras oléis la madera mojada de los árboles os encontráis con un asustado cervatillo que sale disparado al veros, pero durante una milésima de segundo se ha quedado mirándote, analizándote?, ¿te has parado a mirar, a caso, el sol abrasador del verano entre los secos arbustos mientras hueles el romero del mediterráneo?, ¿has contemplado el cielo estrellado desde la fina arena de la playa, mientras escuchas el respirar del mar? Os creéis superiores a todas las criaturas, ¿para qué? Para acabar así, sin más. – ahora su rostro es más tosco, parece la expresión de una leona a la que le quitan a su pequeño felino, aunque sigue pareciéndome una niña.
-        Lo siento, pero tengo que decirte que eso no es del todo cierto. Muchas personas lo valoramos, y por ello estamos luchando en esta guerra silenciosa, que ha acabado estallando. Tenemos que pelear por lo que es nuestro, nuestro derecho a vivir y poder valorar esos momentos que describes. ¡Lo necesitamos!

-         Los años seguirán pasando, pero el ser humano sigue sin aprender… - y con voz dulce pero ronca, me dice sus últimas palabras, y con ello, el único momento real que he tenido. Y así es como se inicia el fin.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Una pequeña historia para Adrián (parte 3)

Sigo buscando la materialización de ese olor tan extraño, y me adentro en las profundidades de este cementerio vegetal, sin ningún éxito. Horas y horas, y nada, lo único que consigo es que aumente mi sed y curiosidad. ¿Será un espejismo? ¿Una flor que he pasado de largo? Tal vez no haya prestado la suficiente atención a mí alrededor.
La verdad, estoy empezando a desesperarme, necesito saciar mi curiosidad, y empiezo a creer que me estoy volviendo loca, que solo es un espejismo, o tal vez sea el olor dulzón de la muerte del que debería huir desesperadamente. Pero no, es demasiado exquisito para ser ella. No es un olor apasionado ni pecaminoso, es más bien inocente, natural, algo así como el jazmín a media noche, como el olor de un bebé, o tal vez a caramelo.
Y súbitamente el olor empieza a desaparecer, lentamente, como lo hace el diente de león con el viento. Es ahora cuando me doy cuenta que sea lo que sea, me necesita, necesita mi ayuda, ahora.


Empiezo a correr entre ramas que me desgarran, pero ese olor me hace ser más fuerte y rápida, hace que todo el dolor no importe, solo encontrarlo, eso es lo único que puedo querer en estos momentos.  Los arañazos me desnudan poco a poco, dejando ver el mejunje de sangre seca y la que empieza a emanar de las heridas recientes, dejando mi piel al descubierto.
Y por fin lo encuentro, o mejor dicho, la encuentro tirada entre flores y verdes raíces de gigantescos árboles, y una extraña humedad empieza a cubrir mi piel desnuda, algo bastante extraño, dejando atrás la sequedad que me sofocaba hará unos instantes. El sol se desvanece, desaparece entre la extraña vegetación que ha aparecido de repente en mi pequeña montaña, esa pequeña y seca montaña, dejando a su paso un húmedo y verde bosque, con grandes árboles y pequeñas mariposas volando alrededor de bellas y coloridas flores. Y entre toda esa vegetación encuentro una enorme flor, una flor enorme de diente de león.
Recuerdo que una vez mi abuelita me contó que las flores de dientes de león eran casas, la morada de hadas hermosas, que se esconden en ellas y descansan, ya que las hadas viven durante muchos años y permanecen despiertas durante muchos más. Pero cuando nosotros soplamos a una de estas flores, las hadas salen volando, en busca de otra flor como aquella para seguir descansando, ya que las hadas son seres muy perezosos, pero son como un amigo de verdad, que cuando las llamas, aparecen en su forma real, solo hay que sentarse en medio del bosque y hablar con él. Pero des de tu alma.
Y me viene a la cabeza esta pequeña historia mitológica porque en algún recodo de mi corazón, creo que lo que estoy viendo ahora mismo es algo totalmente fuera de lugar, algo que supera cualquier expectativa.

Una pequeña carita, entre flores silvestres y colores naturales, agoniza y a la vez ese sufrimiento armoniza totalmente con todo lo que la rodea. Debe de tener entre los siete u ocho años, su cara podría parecer la de un ángel caído, algo que me lo estoy pensando realmente.
Ojos extrañamente enormes para una carita dulce y pequeña, redondita y con piel suave, de un moreno oliváceo, que resalta con esos ojos verdes, tan verdes como hojas en primavera humedecidas por la lluvia recién caída. En esos ojos se refleja agonía, pero ni temor ni dolor.
Su pelo, perfectamente ondeado de un castaño caoba, le cae sobre su diminuto cuerpecito y le acaba mucho después de la pequeña cintura, y ondula como el mar lo hace en las costas más tranquilas, transmitiendo tranquilidad en esa agonía suya.
Dos pequeñas manos reaccionan a mi llegada y se extienden hacia mí, pidiendo esa ayuda que la boquita de color carmesí no logra expresar.

Me quito de repente la conmoción de la cabeza y corro hacia ella, hacia la diminuta criatura que requiere de mi ayuda.




La cojo entre mis brazos y la zarandeo, pero la niña sigue aturdida, sin dar respuesta, solo haciendo ruidos vanos con la garganta. Vuelvo a sacudir para que vuelva en sí, y vuelve, pero la tranquilidad de su rostro se esfuma para que la histeria sea la protagonista de su inexistente, ahora, de su dulce rostro.
-        -   ¡Oh Diós! No sobrevivirá nadie, ¡nadie! ¿Me oyes? ¡Nadie! – Grita de repente la pequeña muchacha.
De repente me siento aturdida, noto que el significado de esa frase es algo más, algo más de lo que está sucediendo, pero no logro entenderlo. Pero no consigo comprenderlo mientras ella siga destruyendo mis pensamientos con sus palabras y logre desconcentrarme. -  ¡Nadie!
-     Niña, niña, ¿qué te ha sucedido? Tranquila, todo irá bien, pero antes tienes que tranquilizarte, deja de chillar y tranquilízate. Va, que estoy aquí, no me voy, pero deja de gritar… - Y, al parecer, parece que mis palabras surgen efecto sobre la niñita, y vuelve, a pesar del nerviosismo patente en ella, la dulce carita de antes. – Tranquila cariño, ahora intenta contarme que te ha sucedido, venga va, no llores…
-      Es inevitable, ninguno de vosotros lo veis,  me habéis hecho daño y seguís pensando en vosotros mismos, nadie sobrevivirá, nadie, por el simple hecho de no haber pensado en mi en ningún momento, moriréis y yo no estaré aquí para protegeros. Sois unos egoístas y lo estáis pagando con creces, y no podré protegeros más, y sin mí no podréis sobrevivir. – Y sus enormes ojos esmeraldas se posan en mi expresión estupefacta. No tengo palabras para responder, el corazón me va a mil por hora, no entiendo las palabras pero algo dentro de mí, si, y la rabia me reconcome, la rabia de que mi cabeza no sea capaz de comprenderlo, y siente celos de algo dentro de mí.
-   No lo conseguiréis, y habréis destruido todo aquello por lo que luché, por vosotros.
Mis sesos acabarán por estallar. ¿Qué es exactamente lo que me está diciendo?
-    ¡No lograréis sobrevivirlo!
-   ¿¡El qué!? - Y lo grito con todas mis fuerzas, y lo vuelvo a repetir, cada vez más fuerte, ya sin miedo a que alguien pueda oírme. La chica se queda estupefacta, de repente ha dejado de soltar todas esas incoherencias, y me mira con ojos temerosos, que penetran directamente en mi mirada, y lo entiendo todo. - ¿Quieres decir que se está acabando? ¿Qué es la extinción humana?
-    Del mundo.

Y esas dos palabras son las que calan en el interior de mi pecho, y abren un agujero, un agujero que hace que me arda el pecho, que me duela y que olvide todas las heridas que hasta ahora no me dejaban pensar en nada más.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Una pequeña historia par Adrián (parte 2)

Ya no veo negrura, la ceguera me dejó en la más tenebrosa noche. Pero hay algo que me ha despertado. Son ladridos, ¿un perro? Noto como lame mi herida e, irracionalmente, me alivia ese dolor que me ha acompañado en sueños. ¿Cuánto tiempo habrá pasado?, una, dos, diez horas tal vez… Pero mis pensamientos los interrumpe el pulgoso que no deja de reclamar mi atención, así que le miro, y él me mira, y me da la sensación de encontrar en esa mirada la compasión más extraña que haya visto jamás. Desaliñado y hambriento, y es él quien siente compasión por mí.
Dejo esta paranoia que me engendra un dolor inaguantable en la cabeza y me levanto con tal rigidez que parezco una muñequita roñosa y vacía. La molestia es insoportable, pero estoy hambrienta y sedienta, tanto que estoy dispuesta a engullirme a mi nuevo compañero. De este modo, le hago una señal para que me acompañe, ya que no parece que vaya a aparecer su antiguo amigo. Lo deduzco porque me sigue sin pensarlo dos veces, y me hace pensar que ese cuerpo cochambroso y peludo tenga más ganas de compañía que de comida.
Me intento ubicar. Estoy totalmente desorientada. El sol me quema la piel, si es que queda algo de ella, así que será mediodía. Habré estado dormida más de doce horas lo menos, ya que cuando pasó la brutalidad de las bombas era por la tarde del día pasado. Lo único que me queda claro es que estoy en medio del cobrizo mar que huele a naturaleza muerta.
Bien, solo queda caminar. De esta manera, mi peludo compañero y yo nos adentramos en la fresca sombra de árboles marchitos, en dirección al río que fluye tras la montaña.

No corre ni una pizca de brisa que seque el sudor que me baña incómodamente. Los arañazos de la noche anterior se reabren mientras nuevos arbustos llaman a sus puertas, y mis ganas de agua aumentan para aliviar el escozor que me invade y recorre mis heridas. Y mi cabeza acabará por saltar en pedazos, y con ella las pocas ideas que me quedan, que guardo bajo llave. Estoy tan adentrada en el bosque que lo único que veo son fiambres en lugar de árboles, pero noto una ligera humedad en el ambiente que me medio alivia el incendio de la gran herida de mi nalga izquierda, algo así como una quemazón exagerada.
Pero entre toda esa putrefacción vegetal, huelo algo dulce, muy dulce, algo así como el jazmín en medianoche, intenso, tanto que se me mete en la cabeza y me abre un agujero entre las dos fosas nasales y me obliga a cerrar los ojos.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Una pequeña historia para Adrián (parte 1)

¿Cuánto tendremos que esperar? ¿Cuánto?

No pido un minuto de silencio por ellos, si no una eterna lucha para que se les escuche.


Descanso sobre la punzante hierba de verano, tan seca como mi boca sedienta.

Todo es muy difuso. Solo recuerdo aullidos de dolor, sangre, tortura. Yo caminando, no, corriendo desesperada hacia una montaña cobre por el calor asfixiante de una noche de julio. También recuerdo una fiesta a la luz de la luna. Ni hoguera. Ni música. Pero... ¡Ahora sí!
Una huelga general estalló hace tres días mientras yo me hallaba en medio de un poblado hippie, que procuraba defenderse de las armas económicas ante las que se enfrentaba. Pero de repente algo falló, justo en esa noche. Nubes de fuego se acercaban, pájaros rojos se lanzaban sobre nosotros ardiendo y dejándonos devastación.  Hubo un ataque, y yo me fui desesperada hacia mi hogar en días y noches de soledad.

También logro recordar los arañazos y la desesperación que disparó mi adrenalina y la extendió por todo mi cuerpo. Corrí como nunca, sin caer ni tropezar, algo sorprendente, hasta que al cabo de tres horas, o eso creo yo, caí rendida en un prado, descubierta al enemigo, esperando así el abrazo de la muerte.

Pero nada. No llegó ni llega, sin embargo la herida por debajo de mi nalga izquierda arde con locura, con tal éxtasis, hasta tal punto que creo que he provocado la sequía que me envuelve. Y de repente oscuridad, de nuevo, vuelvo a caer en ella.